El bochorno era tan grande que todo el campo estaba reseco y no había agua por ninguna parte. Caras nuevas, horario vespertino, segunda prueba de la jornada de atletismo y todo abierto desde el principio. Empieza un apasionante cinco mil con el leonés tirando del grupo y me dejo llevar, controlando en todo momento a los demás y esperando el momento oportuno para atacar.
Los ojos delataban de las que te podías fiar y de las que no. Los ojos no eran sólo el espejo del alma sino la clave para reconocer a los que se habían quedado sin ella. RELATOS AL ATARDECER-CCXLIII MATAR EL AMOR.